"Cuando los niños explotan"
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"Cuando los niños explotan"

Juampi tiene 12 años y está terminando el primer año. Es un chico alegre y tiene buenos amigos. Aunque en el colegio no le va mal, cuando no entiende un tema o tiene que estudiar para un examen, empieza a golpear, gritar, insultar y pelear, es como si “perdiera la cabeza”. La mamá trata de contenerlo y de tranquilizarlo, pero no sabe qué hacer.


“Cuando se pone así, no sé qué hacer”

“Se vuelve loco”

“Lo hace para manipularme”

“A veces yo me enojo peor”


¿QUÉ SON LAS EXPLOSIONES CONDUCTUALES?

El Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-V) las define como arrebatos recurrentes que incluyen agresión verbal o física, contra una propiedad o persona, pero que no son premeditados ni buscan un objetivo tangible.


Generalmente, pueden manifestarse a modo de berrinche, gritos, insultos, golpes y otros tipos de agresiones.


¿QUÉ LOS PROVOCA?

La razón principal se debe a una falta de habilidades para resolver problemas o desafíos. Es decir, que hay una reacción desmedida y desadaptativa cuando el niño no logra cumplir sus objetivos.


Cuando hablamos de habilidades, nos referimos específicamente a la tolerancia a la frustración, la flexibilidad y la capacidad de resolver problemas.


Se entiende por tolerancia a la frustración a la sensación insoportable que se tiene frente al no poder lograr un objetivo.


En cuanto a la flexibilidad se refiere a la capacidad que tiene un niño de pensar de otra manera, es decir, de ser necesario, poder cambiar su pensamiento a uno que sea más adaptativo.


Por último, una habilidad necesaria es la capacidad que el niño tiene para resolver los problemas que se les plantean.


En conclusión, así como hay niños que tienen habilidades más desarrolladas en lo cognitivo o social, también hay otros niños que tienen un desarrollo mayor en el control de los impulsos.


Es muy importante entender que las explosiones son producto de un problema que no puede resolver, como puede ser la tarea escolar, un juego desafiante, arreglar algo roto, etc. En otras palabras, si no hubiera un problema o si lo pudiera resolver no habría explosión. Por eso, se entiende que los niños no eligen “explotar”, si pudieran resolver el problema o reaccionar bien, lo harían.


MITOS

Algunos de los comentarios que llegan al consultorio, tienen que ver con mitos o con creencias populares acerca de las explosiones.


Muchos padres o familiares creen que estas reacciones son un acto de “manipulación” para conseguir lo que quieren. Lo que hay que entender es que el acto de manipulación requiere previsión y planeamiento, mientras que estas explosiones son espontáneas y no están premeditadas.


Otra creencia es que el niño busca atención, cuando en realidad su principal objetivo es resolver el problema que tiene delante.


Otras dos creencias tienen que ver con que el niño no está motivado o que sabe qué es lo que tiene que hacer. Precisamente, las explosiones suceden por carecer de las habilidades necesarias. Nuevamente resaltamos que, si el niño pudiera reaccionar de manera efectiva, lo haría.


Por último, hay una creencia que dice que estas explosiones suceden porque los padres lo permiten. En realidad, no es así, ya que tanto los niños como los padres no quieren vincularse de esa manera.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

Lo primero que tenemos que hacer es observar y contextualizar. Toda explosión tiene un momento y un lugar característico. Por eso debemos hacernos las siguientes preguntas: quién, qué, dónde, cuándo y por qué, y así ver cuáles son las condiciones.


Luego, se empieza un “proceso de colaboración” entre el niño y el padre que se divide en tres pasos: empatía, definir el problema y proponer alternativas (EPA).


En el primer paso, se busca acumular información para comprender mejor cuáles son sus preocupaciones. Las preocupaciones de los niños son igual de legítimas que las de los adultos.


En el segundo paso, definir el problema. El objetivo es lograr que tanto la preocupación del niño como la del adulto sean manifestadas y que se busque una solución en conjunto.


En el último paso, se debe hacer un intercambio de ideas en donde se busquen posibles soluciones. El niño tiene que entender que se trata de un proceso colaborativo entre ambos.


La principal dificultad que puede presentar este proceso es la prueba del tiempo. Es decir, que si el proceso funciona, su dificultad radica en que pueda ser sostenible en el tiempo; si no funcionó, hay que entender que estos procesos pueden necesitar de múltiples intentos, por eso se recomienda que se empiece con problemas menores y que se refuercen los logros.


Por último, durante la explosión del niño, las personas que están a su alrededor deben dejar de prestarle atención y no hablarle hasta que se tranquilice, porque cualquier intento de tranquilizarlo puede ser reforzante y contraproducente, incluso hasta producir una escalada.






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